Si tuviésemos que redactar un ideario para nuestro proyecto ZASS, “aprender desde la práctica “ estaría en primer lugar. Nos gusta mancharnos las manos. Y si es de cal, nos volvemos locas.
Diseñar un jardín en apariencia desordenado, con un toque de caos, requiere también cierto rigor, momentos de reflexión, de ordenar conceptos, épocas de floración de especies, imaginar la altura que alcanzarán, la textura que aportarán o los colores con que teñirán el caos.
La cal ayuda mucho en la jardinería silvestre para negociar con el caos. También es parte de un ritual que te conecta con la tierra que acogerá el jardín. Algo parecido a los gimnastas con la magnesia que restriegan por sus manos para conectarse a los aparatos y no salir despedidos.
Para la plantación de nuestro primer jardín ZASS la biblioteca pública María Moliner nos indicó las zonas de su jardín en las que podíamos ensayar una plantación con especies herbáceas silvestres y arbustivas de bajas necesidades hídricas.
Nuestra paisajista cálcica , Malú Cayetana, propuso 3 parcelas de experimentación para acotar el caos y permitir su entrada en el actual jardín cerrado al público de la Biblioteca. Utilizó su programa de Autocal y empezamos a imaginar el jardín
Habría una parcela
A de 25 m² en la que jugaríamos con especies arbustivas y
herbáceas con distintas épocas de floración, color y textura.
A su lado 1 parcela
B de 7 m² que dividimos en dos subparcelas. En la B1 perturbamos.
En la B2 perturbamos y añadimos mantillo. El objetivo de esta zona
era que el caos se sintiese menos encorsetado, queríamos ver qué
vegetación espontánea colonizaba las 2 subparcelas y se había
alguna diferencia de especies entre la zona abonada y la simplemente
removida
En una zona de
sombra, tras unos cipreses, una parcela C de 18 m², que removimos,
abonamos y sembramos con semillas de herbáceas silvestres adaptadas
a la sombra y a un clima mediterráneo que nos seleccionó la empresa
Semillas silvestres.
El siguiente paso, una vez delimitada el área del ejercicio, fue el ritual. Cargados con un saco de cal, nos embadurnamos las manos y delimitamos al caos su espacio para que no ocultase el jardín soñado.
Para soñarlo
pedimos ayuda a uno de los paisajistas con más sensibilidad hacia la
flora silvestre en sus diseños de jardín, Ramón Gómez de
Herbanova. Su función fue ordenar el caos, mostrarle a la cal su
contenido. Ramón nos diseño estos módulos de plantación en los
que deberíamos encajar las especies más adaptadas a nuestro
ejercicio que nos cedió el vivero de estufas del Retiro.
El último paso lo hicimos a toda cal. Citamos a nuestra comunidad de aprendizaje en el jardín de la Moliner , les pasamos el saco y dibujaron los módulos sobre la parcela A de 25 m². Formamos 4 grupos de plantación,a a cada uno les asignamos las plantas de uno de los 4 módulos planteados por Ramón y los jardineros silvestres se dispusieron a soñar su caos.
A lo largo de año iremos comprobando si la cal mantuvo a raya el caos o todo fue un sueño. En cualquier caso, un sueño desde la práctica.